ESPIONAJE DURANTE LA GUERRA DE LAS MALVINAS:

La historia de los Misiles “Exocet” que nunca llegaron a la Argentina, Francia y Gran Bretaña unidas para lograrlo:

 En Mayo de 1982, la Primer Ministro Británica, Margaret Thacher llegó a pensar que podía perder la Guerra de Malvinas. Los responsables de semejante temor fueron las (5) cinco duplas Avión / Misil (avión Super Etendart + misil Exocet AM-39), ambos de origen francés,  operados desde Noviembre de 1981 por la Aviación Naval de la Armada Argentina. Este sistema de armas (avión+misil) no había sido probado ni adquirido por ninguna otra armada, incluida la Francesa, en la cual no había superado el  período de pruebas.

 En manos de la Armada Argentina, la dupla Super etandart (SUE) + Exocet, tuvo su prueba de fuego en las aguas del Atlántico Sur y su éxito, además de, producir admiración mundial de los aviadores navales argentinos, transformarlos en blanco prioritario de las Fuerzas Especiales Británicas para su asesinato, produjo un profundo cambio en las tácticas del combate aeronaval moderno en todas las armadas del mundo.

 En noviembre de 1981, solo cinco meses antes del desembarco argentino en Malvinas, la Armada Argentina había recibido solo (5) cinco misiles y solo (5) cinco  aviones lanzadores, los restantes, otros (10) diez,  deberían ser  entregados por Francia al año siguiente (1982), nunca los entregaron, ni los aviones ni los misiles.

La mortífera dupla de la Aviación Naval Argentina – Super Etandart + Exocet AM-39

 En "The South Atlantic Bubble" (La burbuja del Atlántico Sur), un libro que se publicó en enero de 1997, se revelaron por primera vez, en detalle, las operaciones de inteligencia con las que la Argentina intentó desesperadamente durante la guerra, conseguir misiles Exocet AM-39 para sus aviones Super Etendart (SUE) y la obsesión de los Servicios de Inteligencia Británicos para abortar esa posibilidad.

 El autor del libro es el británico Nigel West, seudónimo tras el cual se escondió el diputado conservador Rupert Allason, para narrar una de las operaciones más secretas de la Guerra de Malvinas.

 La obra de West que se difundió inicialmente como una serie de capítulos por el periódico dominical “The Sunday Time”, discurrió como si fuera una apasionante novela de espionaje, pero donde los personajes fueron reales.

 En el libro, hay dos protagonistas principales: el Capitán de Navío Carlos Corti, Jefe de la Misión Naval Argentina en Europa, quien  estuvo destacado en París en 1982 y Alexis Ferter, veterano Jefe del MI-6, el Servicio Secreto Británico en París.

 El libro cuenta entre otros detalles la colaboración prestada a los británicos por los Servicios de Inteligencia Franceses,  actuando por orden expresa del entonces Presidente Socialista Francois Mitterrand.

 Lucha entre espías por los Misiles Exocet:

 

El 4 de mayo de 1982, a las 10:50 la primera ministro británica Margaret Thatcher y su gabinete de guerra reunidos en Chequers, se enteraron con estupor de que un avión Super Etandart de la Marina Argentina había destrozado al Destructor Misilístico HMS "Sheffield", muestra flotante de la más moderna tecnología de guerra inglesa y de la Organización del Atlántico Norte (OTAN).

Fue un golpe muy duro para dirigencia inglesa, que entendía que el artero e innoble hundimiento del Crucero ARA “General Belgrano” ocurrido en medio de tratativas internacionales de paz, fuera de la Zona de Exclusión autoimpuesta por Gran Bretaña, llevado a cabo por el Submarino Nuclear HMS “Conqueror” por orden directa de Thatcher, el 01 de Mayo y sus 321 marinos muertos,  paralizaría a las fuerzas argentinas, de igual modo que había destruido las Tratativas de Paz y el Acuerdo Previo alcanzado por la intermediación diplomática del Presidente Peruano Fernando Belaunde Terry para una solución al conflicto.

La operación había comenzado en la madrugada del 4 de Mayo con la patrulla del Avión de Exploración “P2-V Neptune” o “ARA 2-P-10”, comandado por el Capitán de Corbeta Aviador Naval Dn. Ernesto Proni Leston, que despegó a las 0400 hrs. desde la  Base Aeronaval “Comandante Espora” en Bahía Blanca y se internó en el mar, con un arrumbamiento que lo llevaba inicialmente por el sur de Malvinas, antes de rodearlas totalmente.

 

                     

El antiguo avión de Patrulla  Marítima de la Armada Argentina 2-P-10 -“Neptune P2-V”

 El Capitán de Corbeta Proni Leston, detecto con el viejo radar del “Neptune” construido en 1954, a tres barcos ingleses, dio en repetidas oportunidades sus posiciones, estuvo varias veces a punto de ser ubicado por Patrullas Aéreas de Combate (PACs) de Harriers ingleses, se mantuvo en contacto con los blancos todo lo necesario hasta que los Super Etendard estuvieran en camino y con los buques ubicados en la inmensidad del océano, retomó su vuelo rasante y se alejó de la zona, para aterrizar, luego de siete horas de vuelo total.

 Dos aviones SUE, piloteados por el Capitán de Corbeta Dn. Augusto Bedacarratz y por el Teniente de Fragata Dn. Armando Mayora,  despegando de la Base Aeronaval de Río Grande (Tierra del Fuego)  atacaron a las 1104 hrs., al mayor de los tres buques británicos detectados por radar del “Neptune” disparando sendos misiles Exocet AM-39 desde una distancia aproximada de 50 kilómetros, luego de realizar un reabastecimiento en vuelo y  una sigilosa aproximación volando buena parte del trayecto a ras del agua.

     

 Avión Super Etendart de la Aviación Naval Argentina lanzando un Exocet AM-39

 El éxito del ataque realizado sin establecer contacto visual con el enemigo, fue confirmado varias horas más tarde al admitir Gran Bretaña bajas en un destructor tipo 42, uno de los más modernos de su flota.

 Era el primer hundimiento de un barco de guerra británico tras la Segunda Guerra Mundial, y dejaba en evidencia no solo la debilidad de la "Fuerza de Tareas Británica” ante la nueva tecnología francesa y la elocuente capacidad profesional de los aviadores navales argentinos, sino peor aún, severas fallas en las tareas previas a la guerra de las inteligencias inglesa y francesa.

 El Destructor Misilístico Ingles HMS “Sheffield” impactado por un Exocet AM-39

 El shock de los británicos ante el hundimiento del Destructor HMS "Sheffield" se debió a que solo entonces supieron, pese a lo que les habían dicho los franceses, que los argentinos habían logrado instalar, calibrar y activar los Exocet en los aviones Super Etendart (SUE), una delicada operación que requería profundos conocimientos tecnológicos y el dominio de complejos programas de computación. Hasta entonces la inteligencia británica creía que los Arsenales y Aviadores Navales Argentinos no era capaces de ensamblar y poner apunto la dupla SUE + AM-39 y que  este  proceso estaba en pañales.

 “Años después los franceses se seguían quejando de que los ingleses nunca les creyeron que no habían prestado asistencia técnica a los argentinos para instalar los misiles" comento al diario Clarín el Embajador Argentino en París Carlos Ortiz de Rozas, durante el gobierno del Dr. Alfonsín.

 En junio de 1982 inmediatamente después de la guerra, la prensa franco británica reflejaba aun la tirantez por las cuestiones de inteligencia.

 "Los británicos piensan que los argentinos son unos monos subdesarrollados, y tal vez lo sean política y económicamente, pero sus técnicos son excelentes", le confiaba una fuente francesa al diario norteamericano “The New York Times”,  al comentar incidentes entre franceses y británicos.

 "Con la llegada de la democracia y las buenas relaciones establecidas entre el Dr. Alfonsín y Mitterrand, los franceses, también tuvieron “gestos hacia nosotros" agrega Ortiz de Rozas.

 "Un día un miembro de la inteligencia francesa me informo que en un edificio contiguo al de la embajada los británicos estaban instalando una oficina, la Confederation of British Industries (CBI), que a todas luces era una pantalla. ¿Nos espiaban desde ahí?" le pregunto el embajador. "Hasta acá podemos llegar, los argentinos son amigos????, los ingleses son aliados?????????????" fue toda la definición del espía.

 La Argentina había ordenado en 1979 (15) quince Exocet AM-39 aire-mar provistos por la empresa estatal francesa “Aeroespatiale”. La compra se completaba con catorce aviones Super Etendart, provistos por la compañía francesa “Dassault Breguet”.

 En noviembre de 1981, cinco meses antes del desembarco argentino en Malvinas, la Armada Argentina solo había recibido (5) misiles con (5) aviones lanzadores y sus pilotos aeronavales solo habían efectuado (45) horas de vuelo en los SUE alcanzando apenas el entrenamiento de navegación y uso de ametralladoras, restando el lanzamiento de bombas y el de misiles.  Los restantes, otros (10) diez,  deberían ser  entregados por Francia al año siguiente (1982), nunca los entregaron, ni los aviones ni los misiles, el pacto anglo francés había comenzado.

El Super Etendart  ARA “3-A-203”,  luego del lanzamiento de un Exocet AM-39.

 Un alto miembro de la Embajada Argentina en París en los días del conflicto comento a Clarín que el Capitán Corti tenía expresas órdenes del Almirante Jorge Anaya de "conseguir los Exocet a toda costa".

 Para Mayo de 1982, con el hundimiento del Destructor HMS "Sheffield", los argentinos empezaron a recorrer el mercado negro de las armas del mundo buscando desesperadamente misiles Exocet para agregar a los únicos (5) cinco que Francia le entregara en 1981.

 Según el ex secretario de Defensa Británico John Nott, Francia fue "un aliado incondicional" de Gran Bretaña durante el conflicto. "Mientras EE.UU. quería negociar, Francia ayudaba a ganar la guerra de 1982", reveló.

 "Mitterrand y los franceses fueron nuestros grandes aliados" dijo. "Ni bien el conflicto comenzó, Francia nos permitió el acceso a los aviones Super Etendart como los de la Armada Argentina y a los Mirage como los de la Fuerza Aérea Argentina para que los pilotos ingleses de los Harrier y Sea Harrier, se pudieran entrenar contra ellos".

 También, Francia entregó a Gran Bretaña "información sobre los códigos y frecuencias de los radares del  Exocet, que había hundido al Destructor HMS “Sheffield” y al Logístico RFA “Atlantic Conveyor”, para poder interceptarlos" y  permitir a los agentes del Servicio Secreto Ingles MI-6 sabotear los misiles Exocet durante el conflicto.

 Por su parte, los británicos elaboraron dos planes desesperados para salvar a su flota de los ataques aeronavales argentinos; por un lado decidieron revisar las Tácticas Defensivas del Combate Aeronaval,  para lo cual, la Armada Francesa, les facilitó aviones Super Etendart y sus pilotos, con los cuales efectuaron un sinnúmero de ejercicios para poder medir las capacidades de ataque de estos aviones, tanto lanzando bombas durante sobrevuelos a baja altura sobre los barcos ingleses, como lanzando misiles AM-39 a gran distancia y así, actualizar sus tácticas defensivas. Por otro lado y con el apoyo de los servicios de inteligencia franceses, planificaron y ejecutaron la más maquiavélica de las operaciones para impedir que argentina reciba nuevos misiles.

 Comunicaciones interferidas:

Pierre Marion, director de la Dirección General de Seguridad Exterior (DGSE), el servicio de Inteligencia Francés,  fue quien informo al MI-6 Británico, que solo cinco misiles Exocet y cinco aviones Super Etandart habían sido enviados a la Argentina y que el Capitán Corti estaba buscando más misiles en el mercado.

 "La DGSE cumplió esta misión por que el presidente francés, Francois Mitterrand,  le había dado su palabra personal a Margaret Thacher de que los argentinos no recibirían asistencia militar de Francia. Pierre Marion había sido designado para que no hubiera fallas que avergonzaran al Palacio del Elíseo", dice West en el libro.

 "Corti, en su carácter de Jefe de la Misión Naval Argentina en Europa,  tenia status diplomático y había negociado con Francia el contrato original de los Exocet y los Super Etendart", escribe Nigel West. Con sus teléfonos "pinchados" por los cuatro servicios secretos franceses, las conversaciones de Corti eran enviadas diariamente al Ministerio del Interior francés, que a su vez las giraba a los británicos.

Como Corti también compartía sus oficinas con la Oficina Francesa de Expertos de Materia Aeronáutica, el servicio exterior francés podía monitorear las actividades de Corti sin el conocimiento de los otros servicios de Francia, señala el libro.

Al parecer el capitán argentino no estaba solo, había un desfile de influyentes que pasaban por París con supuestas instrucciones del Gobierno para comprar armas y misiles, eran unas de las tantas maniobras de distracción que ensayaron desde Buenos Aires para enredar la respuesta británica, recordaron  a Clarín altos funcionarios de la embajada argentina ante Francia.

 El autor del libro “Mil días en París”, embajador Schamis,  asegura que pese a todas las operaciones que se llevaron a cabo, pronto tuvo la certeza personal de que la Argentina no obtendría ni un solo misil extra.

 "El embajador israelí en París Meyer Rosenne (cuyo segundo era Shizak Aviran, luego embajador en Buenos Aires), me organizo un encuentro en su residencia con el ministro de Defensa francés, a quien yo no tenía llegada", dice Schamis.

 "No sigan tratando de comprar misiles. No pierdan tiempo. Nadie les venderá nada y les van a robar el dinero", dice que le dijo el ministro francés Hernú en la misión israelí.

 Contacto con traficantes  

Pero las operaciones siguieron. Un día Marion le advirtió a su amigo británico Ferter que "Corti” estaba a punto de obtener unos misiles de un traficante norteamericano que usaba el nombre de Marcos Stone.

Para entonces y en la mañana del 25 de Mayo, Día de la Patria para los Argentinos, una nueva pareja de aviones navales Super Etendards (SUE), piloteados por el Capitán de Corbeta Dn. Roberto Curilovic y el Teniente de Navío Dn. Tulio Barraza, llevó a cabo otra de sus demoledoras incursiones de ataque con los Exocets AM-39. Uno de los peores desastres sufridos por las fuerzas británicas tendría lugar ese día: el hundimiento del Buque Logístico  - Portaviones RFA “Atlantic Conveyor”.

 El Logístico - Portaviones  “Atlantic Conveyor” impactado por dos Exocet

El gigantesco Portacontenedores inglés, que funcionaba como tercer portaaviones y principal buque logístico de la flota británica,  comenzó a incendiarse rápidamente. El Capitán de Navío Michel Layard, oficial naval superior ingles a bordo, que ejercía como Comandante Militar del buque, se desesperó al pensar en la preciosa carga militar que el buque transportaba. Justamente en pocas horas debía dirigirse a Puerto San Carlos, en las Malvinas,  para formar parte de la Fuerza de Desembarco Inglesa.

A viva voz, Layard ordenó a los equipos contra incendio de la cubierta superior que evitasen a toda costa que las llamas alcanzasen tanto a los Helicópteros de Combate “Wessex”,  a los gigantescos Helicópteros de Carga y Transporte “Chinooks”,  como al resto del material de campaña transportado, pero ya era tarde; los 14 helicópteros, las carpas, los repuestos para los aviones Sea Harriers, una planta potabilizadora de agua, los elementos de una pista desplegable para aterrizaje de aviones y el resto del equipo de campaña destinado a las tropas de tierra comenzaron a achicharrarse de a poco en un infierno de fuego. Fue uno de los peores desastres sufrido por los británicos durante la guerra.

 Ni bien dispararon sus misiles, los Aviadores Navales Argentinos, viraron hacia la izquierda y se alejaron rumbo al continente. Su misión había concluido, dejando atrás un verdadero infierno con una docena de muertos (entre ellos el mismo Capitán de Ultramar John Hurd, Comandante del RFA “Atlántic Conveyor” y veterano lobo de mar de la flota mercante británica), numerosos heridos y gran cantidad de náufragos boyando sobre balsas, en espera de ser rescatados por los equipos especiales. El fuego, el calor sofocante y el humo, se adueñaron rápidamente del buque que, al cabo de un tiempo, se partió en dos y se fue a pique junto a su valiosa carga.

 Por su parte, el Capitán Corti,  con la ayuda del periodista pro libio Horacio Calderón, trataba simultáneamente de persuadir al Coronel Muamar Kadafi, Presidente Vitalicio de Libia,  y a los iraquíes para que suministraran misiles Exocets que Francia había entregado recientemente a Bagdad. Esas negociaciones tampoco prosperaron.

 Para entonces y promediando la guerra, el jefe del MI6 en París ya había logrado interceptar las comunicaciones del Capitán Corti en París. Con estos datos, Ferter ordeno a los cuarteles de espionaje y escuchas telefónicas de Cheltenham, en el centro de las islas británicas, "que interceptaran todas sus comunicaciones por satélite. Eso les dejó claro que el capitán argentino aún no había logrado conseguir los misiles, pero estaba trabajando mucho y podía conseguirlos en cualquier momento" agrega el libro.

 Abortar la operación

 Fue en ese momento cuando el servicio secreto británico decidió interceptar la operación infiltrando a uno de sus agentes, quien jugaría el rol de intermediario de armas del mercado negro. El hombre elegido fue Anthony Divall, un traficante de armas con oficinas en Hamburgo que colaboraba con "La Firma", como los británicos llamaban a sus servicios de inteligencia.

 Ex Royal Marine (infante de marina ingles) y con aire de banquero, Divall participo en operaciones en Rusia y en el área del Báltico y hasta compro armas para los irlandeses del Ejercito Revolucionario Irlandés (IRA), que luego detallaba prolijamente al MI-6. Divall estaba con su mujer en la playa Portuguesa de Algarve cuando fue llamado de urgencia por el servicio secreto británico para una cita en un hotel del aeropuerto londinense de Heathrow.

 Allí Divall fue presentado a Tony Baynham, un hombre de acento aristocrático y obvió nombre falso, quien se definió como amigo de la familia real y dijo responder "directamente al comité de las fuerzas conjuntas en Downing St", la residencia de la primera ministra Thatcher. Con mucho champagne de por medio, Baynham le explico que su misión era "que los argentinos jamás obtuvieran los misiles extras" y que "el dinero no sería un problema". Finalmente lo fue, pero esa es otra historia.

 La alarma de los británicos se encendió aún más cuando Perú, uno de los pocos países que apoyaba explícitamente a la Argentina en el conflicto y que le había provisto aviones de combate y su logística,  comenzó a presionar para que Francia le entregara 8 misiles comprados con anterioridad.

 Los británicos sospechaban que las armas serían transferidas inmediatamente a la Argentina. Por eso, cuando Perú mandó un barco a buscarlos, Francia colaboró con Inglaterra generando una huelga que paralizó sus puertos y congeló la entrega.

 Desde Washington, el General José Espinoza, quien  era en 1982 el Agregado Aéreo a la embajada peruana en USA y el Coronel Oswaldo Zarabia, el  Agregado Aéreo Adjunto,  iniciaron la operación cuando los argentinos le pidieron al Perú que apoyara una "operación de triangulación", para la compra de misiles Exocet, ya que las grandes potencias habían decretado el embargo de armas para la argentina.

 El Coronel Zarabia realizó la operación ante la firma "Definsa Stablishment" y los vendedores, subieron el precio de cada misil de 270.000 a 1 millón de dólares, desde  Lima, autorizaron una carta de crédito secreta, que señalaba que se iban a comprar “equipos de abastecimiento de combustible”.

 Zarabia viajó a Paris el 7 de junio para reunirse con oficiales argentinos comisionados  para la operación. "Fue todo una típica operación encubierta, todos camuflados, todos preocupados, los argentinos no querían dar la cara, intentaban que los ingleses no  los relacionaran con la operación, por último se decidió que ellos no  participarían, ni se utilizarían  pasaportes argentinos, que tendrían que ser peruanos con pasaportes peruanos”.

 Los peruanos entregaron una nueva carta de crédito por 12 nuevos misiles, pero los servicios secretos ingleses, con ayuda de los franceses,  descubrieron que esta había sido negociada previamente por el Capitán Corti.

 Finalizando la operación,  los representantes franceses ante “Definsa Stablishment”, se negaron a probar los misiles y le entregaron a Zarabia un documento para certificar la adquisición, cuya finalización quedó en manos de los argentinos.

 Tras esto, Zarabia regresó a Washington a informar a Espinoza, quien dio por terminada su participación. Pocos días después, desde Lima preguntaron por los misiles ya que nunca fueron embarcados hacia el Perú.

 Británicos desesperados

"Me di cuenta de que estaban desesperados", los aviadores navales argentinos seguían hundiendo buques ingleses con los Exocets, relató tiempo después Divall a Nigel West.

 El agente regreso a Hamburgo y comenzó con sus planes para contactar a Corti. Como supuso que el capitán sospecharía de negociar con un ingles, llamo a su amigo John Dutcher, un ex marino norteamericano de origen irlandés.

 Dutcher era un playboy incorregible que había llegado a dirigir un campo de entrenamiento en Libia y entrenando a mercenarios para un golpe contra el dictador haitiano Jean Claude "Baby Doc" Duvalier.

 Divall convenció al norteamericano de participar en la cuestión con el argumento más convincente: podría ganar mucho dinero. Dutcher debía viajar a París y obtener una inmediata reunión con el capitán Corti, con el argumento de que había escuchado que la Argentina necesitaba armamento sin mencionar los Exocets. Lo logro al día siguiente.

"No me sorprendí Dutcher tiene una presencia impresionante y puede conquistar a cualquiera. Una vez que convenció a Corti de que él podía conseguir Exocets, la Argentina estaba comiendo de su mano", explico Divall a Nigel West.

Para entonces, la Aviación Naval  Argentina planeaba dar un nuevo golpe con los SUE y los Exocets, el nuevo objetivo era bastante más complicado de atacar. La flota británica, sabiéndose vulnerable, se había corrido más al Este, internándose en el Océano Atlántico y alejándose de Malvinas, donde los aviones caza bombarderos argentinos operaban en el límite del alcance, tenían un largo viaje de ida y vuelta con varias maniobras de carga de combustible en pleno vuelo.

 El Portaviones Ingles HMS “Invincible” de salida y navegando hacia Malvinas.

 Se había decidido dar un nuevo golpe a la superioridad aérea inglesa, que luego del hundimiento con exocets del Buque Logístico - Portaviones RFA  “Atlantic Conveyor”, había quedado reducida al uso de dos portaaviones: el HMS “Hermes” y el HMS “Invincible”. Fuertemente custodiados por Cruceros Livianos, Destructores y Fragatas, estos eran blancos de gran valor e iban a ser muy difíciles de atacar.

Habiéndose gastado así cuatro de los cinco Exocet que tenía Argentina, el siguiente ataque, para ser efectivo,  tenía que ser combinado con un ataque convencional con bombas. La razón para el uso de dos misiles en cada misión, como puede verse, era la seguridad: si uno fallaba por cuestiones propias del misil o por las Contra Medidas Electrónicas inglesas, era posible que el otro se abriera camino entre las defensas y alcanzara el blanco. Además, si bien un misil podía dañar seriamente ciertos buques, otros más grandes, como un portaviones,  solamente podrían ser incapacitados o dañados seriamente.

 El plan comenzó verificando las trayectorias de los aviones Sea Harriers que despegaban de estos portaaviones; triangulando estas derrotas,  se calculó una zona probable en donde podían estar los portaaviones. Se planificó entonces un curso de aproximación que rodeara las islas, para obtener mayor sorpresa, aunque esto requiriera más tiempo y combustible.

 

 

Desplazamiento de los, SUE,  A4-C y  KC-130 para alcanzar al HMS “Invincible”

 Los aviones elegidos para el ataque fueron nuevamente dos Super-Étendard de la Aviación Naval, uno de ellos cargando el último Exocet, y cuatro Douglas A-4C “Skyhawk” de la Fuerza Aérea Argentina; estos últimos iban a atacar el portaviones con bombas convencionales y ametralladoras.

 Los SUE y  los A4-C, recibiendo combustible en vuelo de dos tanqueros FAA KC-130

 El 30 de mayo, despegaron primero los dos SUE navales con el misil y luego los cuatro A-4C con sus bombas desde la Base Aeronaval de Río Grande y desde el aeropuerto de Río Gallegos los dos aviones tanque KC-130  “Hércules”, también de la Fuerza Aérea. En el camino repostaron combustible frecuentemente para evitar cualquier tipo de problemas, los aviones entraban y salían de las mangueras, y a veces parasitaban a los KC-130 dejando que el combustible fuera directamente a sus motores. De haber una falla en el sistema de combustible en cualquier avión, este tendría que volver y ponía en peligro toda la misión.

Los SUE de la armada, eran piloteados por  el Capitán de Corbeta Dn. Alejandro Francisco y el Teniente de Navío Dn. Luís Collavino.

Los A4-C de la fuerza aérea, eran piloteados por los,  Primer Teniente Dn. Jose Vasquez, Dn. Oscar Castillo y  Dn. Ernesto Ureta y el Alferez Dn. Gerardo Isaac.

Los KC-130 también de la fuerza aérea, eran piloteados por el Vicecomodoro Dn. Luís Litrenta, el Capitán Dn. Guillermo Destéfanis, el Mayor Dn. Francisco Mensi  y el Vicecomodoro Dn. Roberto Noé, el Mayor Dn.Roberto Briend y el Capitán Dn. Osvaldo Bilmezis.

Llegado el momento, los Tanqueros KC-130 dejaron de acercarse al portaviones y permanecieron orbitando una posición a la espera del regreso de los  seis aviones, para darles nuevamente combustible, luego del ataque;  por su parte, los seis aviones de ataque, bajaron a 30 metros del agua y avanzaron hasta que los Super-Étendard levantaron para obtener datos del blanco con los radares de control tiro. Allí había realmente una flota, y corrigieron el rumbo. Los A-4C, sin radares y sin poder romper el silencio de radio, tenían que seguirlos y prepararse para su propio ataque con bombas y ametralladoras, mucho más peligroso.

Los pilotos navales hicieron otro reconocimiento con el radar, anunciaron por radio a los A4-C la corrección necesaria del rumbo y lanzaron su misil, luego de lo cual se retiraron en búsqueda de los KC-130, como estaba previsto. Los pilotos de los A4-C siguieron la estela de humo del misil, la que los guiaba directamente hacia el blanco.

Lo que siguió es motivo de controversia y opiniones enfrentadas. Los pilotos argentinos declaran que al final de la estela de humo dejada por el Exocet, se habían encontrado con un gran buque humeante e inmóvil, seguramente impactado por el misil que los precedía, al cual habían seguido para poder atacar con sus bombas.

Ya casi sobre el blanco, dos A4-C  fueron derribados por misiles ingleses de los buques que formaban la cortina antiaérea de los portaviones, falleciendo en el acto los Tenientes Jose Vasquez y  Oscar Castillo, en cambio, Ureta e Isaac, lograron sobrevolar y lanzar cada uno tres bombas de 250 kg, sobre el gran blanco, identificando a la embarcación como un portaaviones, el cual quedó completamente cubierto de humo, aunque no observaron incendios.

 

 Los dos FAA Skyhoawk A4C atacan con bombas y ametralladoras al HMS “Invencible”

 Es así que los argentinos declararon haber dañado seriamente al Invencible, mientras que los ingleses no reconocen esto. No existen fotografías creíbles del hecho, como sí sucedió en el caso del HMS “Sheffield”.

 Otros indicios muy claros indican que el “Invencible” fue impactado y averiado seriamente, fue el único buque de la flota británica que no regreso a Inglaterra finalizada la contienda, solo lo hizo varios meses después y cuando lo hizo lucia totalmente remozado y con grandes cambios en su superestructura, los que, llamativamente coincidían con la del portaviones HMS “Ilustrious”, segundo de la serie, aunque no totalmente gemelo.

 La Armada Española estuvo buscando al “Invencible” con sus aviones de Patrulla Marítima Orión “P3-C, ubicando durante su navegación de regreso  a Inglaterra, a toda la flota,  excepto al invencible.

 La Armada Australiana, quien tenía pedido un portaviones de esta clase, retiró inmediatamente la solicitud de compra y nunca la repuso.

 Marinos mercantes Norteamericanos, dedicados al negocio del salvamento marítimo, declararon haber auxiliado al “Invencible” en alta mar y haber transportado e instalado a bordo una turbina de propulsión de recambio. 

Gran Bretaña ha declarado varias zonas alrededor de Malvinas como Tumbas de Guerra, donde se encuentran cascos a pique de la 1ra Guerra Mundial y de la Guerra de Malvinas, llamativamente  las tumbas de guerra “Sin autorización para ser visitadas”.

 El plazo de 50 años, habitual para levantar el secreto de guerra ingles, fue recientemente extendido para los acontecimientos de Malvinas a 99 años.

 Hasta que las autoridades británicas no levanten el secreto de 99 años que cubre todos los documentos referentes a la guerra, poco más se sabrá.

El engaño con la entrega de los misiles:

Había una carta de crédito stand by de 16 millones de libras esterlinas (unos 25 millones de dólares) en el William and Glyns Bank en la céntrica sucursal de Whitehall, en Londres.

 El plan era comprar los misiles, conseguir la plata de Corti, hacer el supuesto embarque de los misiles con rumbo a Buenos Aires, luego desviar el vuelo y hacerlo aterrizar con la preciada carga en el aeropuerto británico de Lutton, a unos cincuenta kilómetros de Londres.

El servicio secreto británico había previsto también la posibilidad de que un avión Caravelle de una aerolínea liberiana, pudiera desviarse en vuelo y transportar, si fuera necesario, los Exocet al Reino Unido para abortar la maniobra de Corti.

Dutcher hablaba todo el tiempo con Corti sobre las supuestas ofertas que le llegaron a su oficina de Milan.

Por otra parte, un piloto portugués sostenía que Qatar podía vender cinco Exocet a 500.000 dólares cada uno (el doble del precio de mercado de entonces). Otro contacto llamado Alex, los garantizaba por valores que iban de tres a seis millones de cada uno.

Pero la oferta más prometedora fue la de Glauco Partel, un traficante en Roma, y su socio suizo Gerhard Hallahuer. Ellos sostenían que, a través de un banco de Lugano, podían conseguir 30 misiles Exocet que formaban un stock en Francia, por 30 millones de dólares.

El capitán Argentino se ponía cada vez más ansioso y el servicio secreto francés descubrió un plan argentino para robar los 30 misiles de la fábrica Aeroespatiale, en Chatillon Sur Seine, Francia, un episodio sobre el que West no abunda en su libro.

 Un tango en París

En el Hilton de París, Corti les dijo a Dutcher y al elegante Toni, quien se presento por primera vez como un mediador, que tuvieron su última reunión. Lo que  él no sabía es que el servicio secreto británico había dado órdenes a todos de desaparecer y recién entonces Corti se daría cuenta de que había sido engañado.

Para entonces, el 12 de junio,  otro Exocet argentino impactó un blanco ingles,  el Crucero Liviano HMS “Glamorgan” fue alcanzado por un misil MM-38 lanzado desde la costa de la Isla Soledad por personal de la Armada Argentina. Esta nueva sorpresa para los ingleses, consistió en desembarcar de alguna de las corbetas de la Flota de Mar argentina, los misiles MM-38, concebidos para el combate en el mar entre buques, e instalarlos en un pequeño trailer construido en Puerto Belgrano y aerotransportarlos en dos aviones “Hércules” C-130 de la Fuerza Aérea hasta las islas. Ya en ellas y asociados a un pequeño radar para infantería “RASIT”de la infantería de marina, ubicar los blancos igleses y efectuar los lanzamientos.

 

Exocet MM-38 desembarcado  de buques argentinos y lanzado desde la Isla Soledad.

A cargo de la operación (su diseño, control de las obras, traslado, calibración, puntería y disparo), estuvo el Capitán de Fragata Dn. Julio Marcelo Perez, quien fue secundado por los Técnicos Electrónicos Antonio Shugt y José Luis Torelli en la Base Naval de Puerto Belgrano y,  yá en Mavinas, por los Tenientes de Fragata de Infantería de Marina Dn. Edgardo Rodríguez y Dn. Mario Abadal y el Técnico Electrónico Manuel Sanders.

A 18 millas náuticas de la costa (aproximadamente 33 Kilómetros), este Crucero Liviano había cumplido varias misiones de bombardeo de las posiciones terrestres argentinas en apoyo al avance de tropas inglesas. Aunque tardó en detectar el misil, el hecho de que estuviera navegando a una buena velocidad y el minuto de alerta que tuvo lo salvó parcialmente.

Después del hundimiento del Destructor HMS “Sheffield”, se había instruido a las tripulaciones a que al detectar un  misil, giraran hacia él, de manera de disminuir el área del blanco y no presentar el costado vulnerable del barco, sino su proa.

A gran velocidad, el Exocet MM-38, estalló sobre cubierta, destruyendo parcialmente el blindaje y dejando una gran huella en la estructura, alcanzando luego, la onda expansiva,  el hangar del helicóptero, el que se desintegró,  inició allí un incendio que mató a 13 marinos e hirió a varios más, dejando el barco sin su radar de control tiro de los misiles superficie-aire “Sea-Slug”, el cuarto de control de máquinas destruido, el barco al garete y sin propulsión. Varios días después, se lo veía anclado en proximidades de Puerto Argentino con una febril tarea a su alrededor, para salvarlo.

 El Crucero Liviano HMS “Glamorgan”  impactado por un Exocet MM-38 terrestre.

El éxito de este improvisado lanzador terrestre fue tomado como ejemplo en las armadas y fuerzas terrestres del mundo, desarrollándose, luego de la guerra, diferentes versiones de lanzadores para la defensa costera de los países.

En la actualidad, el Capitán de Navío Corti,  vive en Buenos Aires y no tiene malos recuerdos en torno las maniobras de Dutcher y su equipo de espías, dice West en su libro.

"Dutcher me hizo un golpe. Yo no tengo problemas con eso. El era un profesional como yo. Pero él estaba de un lado de la guerra y yo del otro. Nunca creí que íbamos a conseguir los misiles. Cuando mi jefe me ordeno que comprara los Exocet, le dije que era imposible. Pero me fue ordenado que los comprara de cualquier manera. Fue imposible rehusarme", le contó Corti a Nigel West.

Divall tiene memoria más ácida al respecto. A pesar de su azarosa misión, los servicios secretos británicos no le devolverían el dinero gastado de su bolsillo. Solo cuando amenazó con enjuiciar al gobierno y tras una fuerte presión de un amigo a las autoridades británicas, consiguió recuperar parte del dinero.

Aun después del 14 de junio de 1982, el Servicio Secreto británico continúo con la operación para evitar que llegaran a manos argentinas nuevos exocets. Los servicios británicos "temían que los argentinos consiguieran los misiles y les volaran los barcos" que estaban estacionados en las Malvinas luego de la derrota argentina, según le contó Divall a West.

Entre otras causas, esto produjo que los Británicos no entregaran de inmediato los prisioneros argentinos en las Malvinas, decidieron mantenerlos como rehenes y los dispersaron en diferentes frigoríficos de las islas y en el Buque Transporte de la Flota Auxiliar Inglesa RFA “Saint Edmund”.

Con el tiempo, no pudieron internacionalmente mantener esta política y seleccionaron de los detenidos, a los que consideraron de menor valor como rehenes, así fue que fueron devolviendo al continente a los heridos y luego a los combatientes de menor jerarquía o a los que no tenían conocimientos de combate o tecnológicos importantes. Los últimos 600 rehenes de los ingleses fueron devueltos recien un mes después por el “Saint Edmund” en Puerto Madryn, el 14 de Julio de 1982.

En la actualidad continúan las trabas Británicas para obtener repuestos de cualquier tipo para los SUE y los Exocets.

 Fuentes:

“Guerra Bajo la Cruz del Sur” – Eduardo J. Costa - Hyspamérica - Bs As. 1988.

 “Mil días en París”,  Gerardo Schamis - Bs As. 1989.

 “Malvinas 82” – Alberto De Vita – IPN - Bs As. 1991.

 “Batallas de Malvinas”- Pablo Camogli- Aguilar - Bs. As. 1994.

 “The South Atlantic Bubble" – Nigel West – Londres 1997.

 “Diario Clarín” - M. L. Avignolo y M. L. Mac Kay - Bs As. Sep 1996

"No Picnic - No fue un Paseo" Brig Gral. Julian Thompsom - Atlantida - Bs As. 2000.

 “Diario Clarín”- Malvinas, una ayudita francesa - M. L. Avignolo- Bs As. Mar 2002.

 “Operación Uka-Uka” - Julio M. Pérez - Boletín del Centro Naval - Abril  2008.  

 “Cuando la Armada Argentina fue Tapa de Proceedings” - Juan A. Imperiale-Bol.Centro Naval – Jun 2008.

 

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